Junio 23, 2017
La Vocalía Ejecutiva del Transporte*
El 12 de agosto de 1980, el Departamento del Distrito Federal decidió la creación de la Vocalía Ejecutiva de Transporte, de la Comisión de Vialidad y Transporte Urbano. Fue la Vocalía Ejecutiva de Transporte la dependencia encargada de preparar y dar cumplimiento a la serie de medidas que implicaba la revocación de concesiones, desde la conceptualización de la decisión hasta la integración de la comisión liquidadora, incluyendo, desde luego, la formulación y ejecución del Plan Emergente de Transporte (PET), la capacitación de personal, el análisis de la situación laboral, el control de inventarios y el diseño de los programas de homologación y ajuste del servicio. En el mismo instante en que el Regente de la Ciudad anunciaba la trascendente decisión, en acciones coordinadas cientos de personas asumían por parte del Departamento del Distrito Federal el control de los 76 encierros y el despacho de las unidades.
Desde luego, se suscitaron aisladas protestas de los permisionarios aun cuando en su mayoría habían manifestado su incapacidad económica para seguir proporcionando el servicio.
La prensa, por su parte, respaldó la medida, en tanto que los usuarios veían abrirse una puerta para la mejoría del servicio, aunque mostraban y sufrían el desconcierto de la repentina modificación estructural de un sistema que luego de sesenta años pasaba a ser dirigido por el Estado.
Mientras algunos se perdían en discusiones acerca de si debía llamarse a este hito histórico la "municipalización del transporte", la "estatización" e incluso la "nacionalización", quienes bajo la coordinación de la Vocalía Ejecutiva del Transporte hicieron de la declaración administrativa una realidad, olvidaban el sueño en una irrefrenable secuencia de actividades que no admitían interrupción. Los minutos taladraban las horas para llegar a la noche y las noches se metían a los amaneceres en jornadas interminables.
Pero el servicio no se suspendió.
Desvelos y ayunos se veían recompensados al ver a los usuarios, quienes a pesar de las dificultades contaban con transporte. No sabían, ni tenían porqué saber, el inaudito esfuerzo que se estaba realizando para proporcionarles el servicio. Pero tenían autobuses en qué trasladarse. Esa era la necesidad y el hecho concreto. Lo demás era el callado esmero de pocos que al cumplir su responsabilidad beneficiaban a cientos de miles.
La ciudad no podía frenar su actividad económica, industrial, social y académica. El Plan Emergente de Transporte había logrado su cometido.
Pero era apenas el comienzo.
*Tomado del libro Doce de Cien. Décimo Segundo Aniversario de AUP R-100
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